
Recorte y noticia extraídos del Diario La Rioja del día Viernes 8 de Noviembre de 2024
Florentino Martínez produce caldos de gran calidad y sigue apostando por la literatura con denominación de origen
La autoría del primer autor en lengua castellana es indiscutida como indiscutible era la pasión de Gonzalo de Berceo por el néctar de la uva («Quiero fer una prosa en roman paladino, En qual suele el pueblo fablar a su vecino. Ca non so tan letrado por fer otro latino, Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino»). El autor de Milagros de Nuestra Señora, de la mano de Lorenzo G. Acebedo (anagrama de Gonzalo de Berceo), está de moda reconvertido en detective medieval, al igual que lo están los vinos que, bien cerca de Berceo, elabora Florentino Martínez, bodega que bebe del origen de la lengua y que lleva años haciendo de la vinificación un producto de alta cultura.
La bodega apostó desde hace una docena de años por vincular su nombre a diferentes concursos literarios en los que trata de demostrar que el vino, con buena letra, entra y no solo pòr el gaznate. Primero apostó por el formato de haikus (poesía breve japonesa compuesta en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas), cuya composición final, que tiene que tener relación con la cultura del vino, sabe a libación. Esta propuesta de lo más literaria llega de la mano de www.elrincondelhaiku.org y cuenta con la colaboración de la Embajada de Japón en España.
Tras el éxito de estas primeras ediciones, confió en el formato sintético de microrrelatos bajo el evocador nombre de ‘Glosas para el Santo’, ahora que éstas vuelven a estar en boca de todos. El premio asociado a este singular concurso conllevaba la impresión del microrrelato ganador en la etiqueta del vino Distercio, cuyo nombre rinde tributo a los robles de los montes que rodean al monasterio de San Millán donde se escribieron las primeras glosas en castellano.
NOMBRES EVOCADORES.
La bodega, construida en 1992 y que está enclavada en Cordovín, a escasos kilómetros del Valle de la Lengua, siempre se ha caracterizado por el respeto a la tradición y por la defensa de la cultura.
Su vino nace a la sombra de la Sierra de la Demanda, crece en el valle de San Millán y madura en Cordovín, pueblo de tradición vinícola milenaria que se yergue en el triángulo que conforman los tres monasterios riojanos más famosos del Camino de Santiago: San Millán de Cogolla (Patrimonio de la Humanidad desde 1997), la Abadía Cisterciense de Cañas y Santa María la Real de Nájera, que también aspira a ser amparado por la UNESCO. Las crónicas de este último ya hacían mención a los vinos y viñedos de una villa que, por aquel entonces, estaba bajo sus dominios.
La familia Florentino Martínez es heredera directa de esta tradición y elabora, de generación en generación, estos jugos de alta cultura.
Los viñedos, de alta calidad y que superan el medio siglo de vida, producen vino con resonancias de lo más literarias como es el caso del Carasol de Valdemerque o del Zapatero, Monte de Cañas o Abadía de la Luz, con el que se bautiza su blanco Florentius, hecho a base de viura y malvasía y cuya etiqueta mira a las miniaturas iluminadas del scriptorium de San Millán y Valeránica.
Si todo autor aspira a la inmortalidad de su obra, Florentino Martínez siempre ha perseguido la máxima calidad y expresión de sus caldos. Además de sus afamados claretes y blancos, la bodega de Cordovín ha conseguido ampliar su catálogo enológico, como se demuestra con Distercio (en la mitología celtíbera El Decertio era la cumbre más elevada de los Montes Distercios -hoy la Demanda-, es decir, el San Lorenzo) y Tanka (otro tipo de versificación japonesa) sus tintos más selectos. Es en estos vinos, crecidos en barricas de roble riojano, donde se alcanza una excelencia que los certámenes literarios de Florentino Martínez se encargan de elogiar antes de endulzar el paladar de todos los amantes del bon vino.


